Desde cuando existimos los gatos
Todos los felinos actuales descienden de un antepasado común. El Pseudaelurus.
Esta especie creció en Asia hace aproximadamente once millones de años y según las investigaciones son los precursores de las 37 especies de félidos que hoy en día existen.
Podían tener un aspecto similar al de esta foto:
Por los fósiles que se han encontrado, los investigadores piensan que fueron hábiles trepadores por lo que deducen de la forma de su esqueleto.
Un descendiente lejano de esta especie es el gato salvaje o gato montés «Felis Silvestris» que se extendió por Europa, Asia y África. Se han encontrado fósiles de esta especie de hace 250.000 años.
Una subespecie del gato salvaje es el «Felis silvestris lybica» también conocida como gato salvaje africano o gato del desierto, que se encuentra en el norte de África y Oriente Medio.
Un análisis de ADN ha revelado que todos los gatos domesticados descendemos de estos gatos salvajes africanos.
Nuestra especie se conoce como «Felis Catus».
Desde cuando vivimos con los humanos
Hace unos 10.000 años que los gatos comenzaron a convivir con humanos agricultores en Oriente Medio y Egipto.
Esto se sabe desde 2004 porque los arqueólogos descubrieron el esqueleto de un gato junto al de un humano en una tumba en Chipre. Y además la morfología de ese gato coincidía con la del gato salvaje africano. De ahí se deduce que esa especie es el origen del gato doméstico actual, como decíamos antes.
Esta convivencia humano gato comenzó cuando los humanos empezaron a almacenar cereales. Eso atraía a los ratones y ratas, y los gatos somos unos depredadores muy eficaces para eliminar pequeños roedores y somos muy hábiles para hacernos querer por los humanos y conseguir unas caricias, y un sitio calentito en su casa.
Desde entonces hemos seguido conviviendo con los humanos pero en algunas épocas nos han adorado y en otras nos han odiado, sigue leyendo y te lo contamos.
Los gatos en el antiguo Egipto
En Egipto los gatos fueron venerados e idolatrados. Hay incluso una diosa egipcia con forma de gato. La diosa Bastet.
Los Egipcios asociaban a los gatos con protección ya que podían matar serpientes venenosas, como por ejemplo la víbora cornuda, haciendo así el entorno más seguro, y eliminaban ratas y ratones ayudando a la conservación de las cosechas y evitando la posible transmisión de enfermedades.
Además también admiraban la belleza, la elegancia y la tranquilidad que transmite el gato.
Los gatos en Egipto, eran habitantes habituales en los palacios.
Cuando moría un gato, sus humanos guardaban luto durante 70 días y se afeitaban las cejas en señal de duelo y respeto como harían con cualquier miembro de la familia, y lo momificaban para que llegase con su dueño al más allá. Se han encontrado miles de momias de gatos en Egipto.
Al humano que mataba un gato aunque fuese de forma accidental, se le condenaba a muerte, ya que se consideraba un delito grave. Y cuando había alguna catástrofe, a los primeros a los que ponían a salvo era a los gatos.
Te puedes hacer a la idea de lo a gusto que estábamos los gatos en Egipto 🙂 .
Los gatos en Grecia y Roma
Se cuenta que los griegos quisieron comprar gatos a los egipcios y comerciar con ellos. Suponemos que al vernos les gustamos y nos querían tener, ¿a quién no le pasa? 😉 . Pero, los egipcios rechazaban esas peticiones porque idolatraban a los gatos y nos consideraban como pequeños dioses.
Los griegos no se iban a quedar con las ganas y decidieron robarnos. Se llevaron unas 6 parejas de gatos a Grecia y así nacieron allí las primeras camadas y nos extendimos por ese nuevo territorio. Los griegos que eran buenos comerciantes, vendieron gatos a otros pueblos. Entre ellos los romanos, los galos y los celtas.
Finalmente llegamos a todos los países mediterráneos. Los gatos somos una especie muy exitosa, nos adaptamos fácilmente a cualquier entorno y nos reproducimos mucho.
Sigamos con Grecia. Antes de la llegada del gato, ya había allí otras especies capaces de desratizar y proteger las cosechas, así que no nos prestaron mucha atención inicialmente, pero como todos los humanos, acabaron rindiéndose a nuestros encantos y se dieron cuenta de que además de buenos cazadores también somos más bonitos, refinados, limpios y agradables que los hurones, comadrejas y mangostas. Así que nos adoptaron y en algunos casos nos tenían como animal de compañía, aunque los griegos preferían al perro.
Y en Roma, ¿qué pasó con nosotros?.
Los romanos como inicialmente los griegos, ya tenían comadrejas que se encargaban de eliminar ratones y otros bichos y proteger las cosechas, y también usaban serpientes para esa tarea. Total que no nos hicieron mucho caso.
¿No nos prestaron atención porque ya había comadrejas y serpientes?. ¿En serio?.
Ya lo decían Asterix y Obelix. «Estos romanos están locos» .
Aunque en el ámbito familiar no nos hicieron mucho caso, los legionarios romanos sí nos apreciaban. Para ellos simbolizábamos la victoria, y nos llevaban con ellos cuando se desplazaban.
A lo largo de los años, como el resto de los humanos no pudieron resistirse a nosotros y nos extendimos por toda Italia. Como apreciamos la belleza, algunos de nosotros nos hemos instalado en la zona del Coliseo, y en otras zonas de Roma, como Largo Argentina, pero esa historia la contaremos en otro artículo humanos.
Los gatos en China y Japón
Asia Como os contábamos antes, los griegos se fijaron en nosotros y quisieron usarnos para el comercio. Aunque los egipcios no quisieron vendernos, nos robaron y nos criaron y así fué como se cuenta que acabamos llegando a China. Desde la época helenística el gato se intercambiaba por finas sedas, de esta forma fuimos llegando allí, y los primeros rastros de gatos en China datan de la época de la dinastía Han (siglo II a.C. al II d.C.).
Los chinos se quedaron rápidamente admirados con nuestros encantos y nuestra gran habilidad para cazar ratones. Nos consideraban un símbolo de fortuna, paz y serenidad de la familia.
Quién no ha visto los gatos de la suerte chinos que hay en todos sus establecimientos y restaurantes.
Incluso pensaban que teníamos el poder de alejar a los demonios gracias a nuestros brillantes ojos.
También nos idolatraban como los egipcios y existe una divinidad, Li-Show, que tiene la forma de un gato.
Japón[editar]
Los gatos llegaron a Japón en el siglo VI al mismo tiempo que la doctrina budista, pero su introducción real data del 19 septiembre de 999, fecha del aniversario del emperador Ichijō, al que le regalaron un gato por sus trece años. La imagen del gato evolucionó mucho en Japón, donde será considerado a veces portador de buena suerte por su pelaje de concha de tortuga, y otras veces maléfico por su cola ahorquillada. El éxito del gato es tan importante en el país que una ley del siglo XVIII prohibió el encarcelamiento y el comercio del animal. Algunas historias cuentan que los japoneses mimaban tanto a sus gatos que éstos dejaron de cazar ratones, que llegaron a proliferar hasta tal punto que los japoneses tuvieron que pintar gatos en las paredes de sus casas para alejar a los roedores.
El gato está bien representado en el arte japonés, primero bajo los trazos de una concha de tortuga blanca, y después cada vez más como gatos blancos sin cola: el bobtail japonés. Hubo grandes pintores ilustres en la representación de gatos, como Utagawa Hiroshige o Utagawa Kuniyoshi. Utamaro relaciona siempre a los gatos con las mujeres hermosas, relación que se encuentra en poemas japoneses, donde el gato está estrechamente asociado a las gracias de la mujer. Símbolo de la sensualidad y del deseo, el gato representa igualmente el encanto decadente.
Sin embargo, hay también una versión sombría e inquietante del gato, resultante de la tradición popular. Por ejemplo el Aïnous, el gato resucitado, el gato nacido de las cenizas de un monstruo, y el de Okabe, de dos colas. Pierre Loti evoca igualmente en sus Japoneries d’automne un corro de gatos que se reunían en una jardín aislado en las noches de invierno, bajo la luz de la luna.
La leyenda del gato-vampiro de Nabeshima, muy contada durante la era Edo, pone en escena un gato demonio o un gato vampiro atacando a la familia Nabeshima.
India[editar]
En la India, el gato es honrado como en Egipto, y la diosa de la fecundidad, Satí, a veces adquiere la apariencia de un gato, igual que Bastet. Hay pequeñas estatuas hechas de cerámica que la muestran así. Se instalaban en ellas pequeñas lámparas de aceite para asustar a los ratones por la noche, de la misma forma que los ojos del gato se iluminan en la oscuridad. Esta facultad se usó también para alejar a los malos espíritus. Los budistas aprecian la capacidad de meditación del gato, sin embargo, éste no forma parte de los cánones del budismo. Según una leyenda popular, ésta exclusión resultaría de un incidente sucedido a un gato que se quedó dormido durante los funerales de Buda.
Europa medieval[editar]
El gato tuvo buena reputación en Europa hasta la Baja Edad Media, sobre todo en el campo, donde los campesinos lo apreciaban por su talento como cazador, en especial en las cuadras y en los almacenes. A pesar del juicio de la iglesia católica,3 que lo consideraba una criatura demoníaca, los conventos y los monasterios los usaban para acabar con los roedores. Los irlandeses creían incluso que los alimentos que entraban en contacto con un gato, al igual que con otros animales, ya no se podían comer y se volvían impuros. Las penitenciarías imponían castigos que iban desde el ayuno hasta varios días a dieta severa a base de pan y agua para los que comieran cualquier alimento o líquido que hubiera estado en contacto con un animal. De la misma manera, la iglesia desaprobó un exceso de familiaridad con los animales y en especial con el gato, que es el único animal que tenía acceso a toda la casa.
san Patricio y después el papa Gregorio Magno declararon su cariño hacia el gato. En esta época se pueden ver gatos en las representaciones de santa Ágata y santa Gertrudis. El gato se beneficiaba aun de cierto respeto en el siglo XI cuando llegaron a Europa las primeras hordas de ratas negras para devorar los cereales y la fruta.
En principio, la imagen de los gatos es positiva en el islam por el afecto que sentía Mahoma por ellos,4 ya que su gata Muezza lo salvó de la mordedura de una serpiente. Otra historia cuenta que un día Muezza se quedó dormida al lado del profeta en su cama. Cuando éste se tenía que levantar, como no quería despertar a la gata, cortó un trozo de su túnica, sobre la que reposaba el animal. Hay muchas otras historias sobre el gato en el Corán y, tradicionalmente, los musulmanes querían conservar a los gatos. Además, maltratar a un gato se consideraba un grave pecado en el islam.
La persecución de restos aún presentes de los cultos paganos y el resurgimiento del culto de Freyja, la diosa germano-escandinava de la fecundidad, en el norte después de la peste negra a mediados del siglo XIV, provocó la pérdida de los gatos, que desde entonces se asociaron a cultos infernales, debido a su antigua adoración por parte de los paganos y sobre todo por el reflejo de la luz en sus ojos, que se creía que eran las llamas del infierno. En la simbología medieval, el gato se asociaba a la mala suerte y al mal sobre todo si era negro, también se asociaba al disimulo y a la feminidad. Su comportamiento sexual muy expresivo, su gran necesidad de dormir, considerada pereza, y sus vagabundeos contribuyeron a forjar una imagen negativa. Era el animal del diablo y de las brujas. Se le atribuían poderes sobrenaturales, como la facultad de tener siete vidas. En el caso de los gatos negros, color que se asociaba al diablo, una única mancha blanca en el pecho o en el cuello les concedía clemencia, ya que se consideraba que era una manifestación divina.
La inquisición, el papa Inocencio VII y su edicto de 1484 hicieron que se sacrificaran gatos en las fiestas populares, lo que marcó un gran período de persecución para el felino.5 Este edicto tuvo un impacto importante en las clases populares y luego se extendió a la nobleza.
Se consideraba que el diablo se disfrazaba de gato en sus visitas a la tierra, y fue condenado al igual que sus dueños, los brujos y las brujas. Según ciertas fuentes, fueron muchos los que fueron quemaron vivos en las plazas públicas. Otras afirman, sin embargo, que las grandes investigaciones realizadas en los archivos invalidan esta hipótesis. Las condenas de gatos a la hoguera serán insignificantes al igual que las de gallos y se encontrarán más de sapos o de lobos.
En Inglaterra, bajo el reinado de María Tudor, se queman gatos como señal de la herejía protestante, mientras que bajo el de Isabel I, se queman como señal de la herejía católica.
La Inquisición reunía en la misma hoguera a los herejes, a las brujas, a los asesinos y a los gatos en la noche de san Juan. En las grandes plazas de los municipios, los lugareños erigían hogueras en las que echaban a los gatos que habían capturado. Fue así como el gato estuvo ausente en la gran peste negra del siglo XIV. Las creencias duraron varios siglos, alimentadas por los hombres de la iglesia, los soberanos y los príncipes.
Sin embargo, el Renacimiento significó un cierto cambio en la suerte de los gatos, especialmente debido a su acción preventiva contra los roedores, devoradores de las cosechas. Habrá que esperar hasta 1648 para que el rey Luis XIV, gran amante de los gatos, prohibiera quemar a los gatos en la hoguera de la noche de San Juan, ya que calificaba esta tradición de bárbara y primitiva. Sin embargo, no fue hasta la Revolución Francesa cuando las hogueras se consideraron unánimemente supersticiones y actos de crueldad.
Usos del gato[editar]
Durante la Edad Media, además de para cazar ratones, el gato se usa para varios fines, sobre todo médicos y alimenticios. La medicina medieval utilizó diferentes partes de los gatos para preparar ungüentos y medicamentos. Los excrementos de los gatos entran frecuentemente en la preparación de recetas para disminuir la caída del cabello o para curar la fiebre o la epilepsia. La grasa y la médula del gato se encuentran en los preparados para curar la artritis y otras dolencias articulares como la gota, y la carne se usaba para curar los dolores de espalda o para tratar las hemorroides. Algunos tratados de medicina precisan incluso el color del gato que hay que usar dependiendo de si el origen de la enfermedad es caliente o frío. Se aconseja usar un gato negro si el origen de la enfermedad es caliente, mientras que si es frío se aconseja un gato blanco.
En los períodos de hambre o de sitio se comía la carne de gato. Era un recurso que tenía la ventaja de ser barato y fácil de encontrar. Comer gato, sin embargo, se consideraba una brutalidad cuando se hacía por gusto y no por necesidad, al menos en Francia. Parece que en España se comían gatos de forma más regular, fuera de los períodos de hambre. Hay recetas de roti de cerdo editadas por Ruperto de Nola, autor del primer libro de cocina en español y cocinero del rey de Napoles.
El gato doméstico ha sido también usado por su piel durante la Edad Media. Las pieles que provenían de gatos se destinaban sobre todo al pueblo y no a la nobleza ya que eran baratas e iguales en calidad a las de conejo, cordero y zorro. Se hacían con ellas mantas, alfombras o cojines para sillas. Los peleteros, comerciantes de pieles, cazaban gatos en la calle o recogían sus cadáveres antes de despellejarlos y revender sus pieles. Era normal que se aconsejase a los dueños quemar el pelo de sus gatos para que vagabundearan menos y no fueran capturados por un peletero.
Época moderna[editar]
Los estragos de la peste negra ayudaron a la rehabilitación del gato y empieza a considerarse animal familiar en los textos a partir del siglo XVII. Gracias a los descubrimientos científicos de mitad del siglo XIX, y a los inicios de la explicación de la naturaleza y de la transmisión de las enfermedades por los microbios y no por las brujas, se demuestra que el gato es un ejemplo de higiene ya que se lava hasta veinte veces al día.
El gato ofrece sus servicios en tiendas, oficinas, almacenes, granjas y navíos. Hay compañías de seguros que incluso exigen que haya gatos presentes en los buques de carga. El mundo artístico ayudará también a la rehabilitación del pequeño felino gracias especialmente al movimiento romántico del siglo XIX. El gato se usará a partir de entonces en todas las artes, ya sea la música, la pintura o el cine. Las creencias y supersticiones que encontramos hoy en día alrededor de los gatos y de sus características maléficas son los últimos rastros del miedo y de la desconfianza resultantes de los siglos pasados.
Aparición de las razas[editar]
El primer inventario de razas de gato fue efectuado por el naturalista sueco Linneo, en él distingue cuatro grandes razas de felinos: Catus domesticus, Catus angorensis, Catus hispanicus y Catus coeruleus. Esta clasificación permanecerá hasta la mitad del siglo XIX, cuando la felinotecnia moderna, en Inglaterra, modificó este orden. El tratado de zootecnia especial de Cornevin de 1897 añade a la lista una raza de gato chino de orejas caídas, que se parecía al Scottish Fold, pero que ya ha desaparecido, una raza de Japón que se parecía al actual bobtail japonés, y una raza sin cola, llamada hoy en día Gato Manx.
La raza española desapareció a principios del siglo XX, y se incorporó al gato doméstico. Pero se añadieron las razas persa y abisinio. El número de razas no dejó de aumentar hasta ahora, ya que pasamos de tener ocho razas en 1900 a tener de 25 a 30 en 1989, y cerca de cien a principios del siglo XXI.
Las exposiciones y los concursos desempeñaron un papel importante en el desarrollo de las razas. La primera exposición felina se celebró en Winchester, Inglaterra, en 1598, por la Saint-Gilles, sin embargo, la primera exposición felina moderna organizó en el Crystal Palace de Londres, en 1871, Harrison Weir. Se reunieron más de 170 gatos, repartidos en las categorías British Shorthair y Persa. Esta exposición marca el inicio de la definición de los estándares de las razas. En Francia, la primera exposición fue organizada por el Cat Club en 1925.
En EEUU fue la exposición del Madison Square Garden de Nueva York en 1898 la que las hizo populares, e hizo que se extendieran a Australia, a Canadá, a Nueva Zelanda, a Sudáfrica, a Japón y a Europa. Las exposiciones se interrumpieron durante la Segunda Guerra Mundial pero se recuperaron progresivamente para finalmente multiplicarse y democratizarse.
Estas exposiciones fueron organizadas por federaciones, de las que una de las más antiguas es la británica GCCF fundada en 1910 por la fusión de National Cat Club y de Cat Club. En EEUU está la Cat Fancier Association, fundada en 1899. En el continente europeo, la Federación Internacional Felina es la más importante, fundada en 1949 por iniciativa del Cat club de París, que reagrupa la mayor parte de los países de la Europa continental.
Según datos recientes en España hay cerca de 21 millones de mascotas. Ya son más de 16 millones las viviendas que cuentan al menos con un animal de compañía, es decir, el 49,3 por ciento del total de nuestros hogares. Aunque esta cifra, aún es menor que en el resto de los países europeos más desarrollados. Actualmente en la Unión Europea, el número de mascotas asciende a 62 millones, según Fediaf (la Asociación Europea de fabricantes de Alimento para Animales), la patronal europea del sector. Tomando como base estas cifras, se calcula que en España existen cerca de 21 millones de mascotas, de las que 3.370.706 son gatos.
La mayoría de las familias que gozan de la compañía de un animal, consideran que este es fuente de bienestar. Diversos estudios firmados por especialistas de todo el mundo avalan los beneficios de convivir con ellos. Según los médicos, las mascotas además de ofrecer compañía, afecto y protección, ayudan a sus dueños a reducir el nivel de stress y la presión arterial; potencian la autoestima y la habilidad social; así como contribuyen a mejorar la comunicación y la afectividad dentro del hogar. Incluso están comprobados los beneficios de vivir con mascotas en la curación más rápida de enfermedades y la reducción de la presión arterial, además de propiciar la adopción de hábitos de vida más saludables. Hay quien asegura que si hubiera que elegir un sonido universal para la paz ese bien podría ser el ronroneo de nuestro protagonista de hoy: el gato.
Historia y leyenda
El gato doméstico -Felis catus es su nombre ciéntifico- es una subespecie de mamífero carnívoro de la familia de Felidae. Se cree que está en convivencia con el ser humano desde hace unos 9.500 años. A modo coloquial se les llama minino, micho o incluso mizo. A la hora de hablar del origen de la especie se pueden seguir dos caminos: uno el de la leyenda y otro el de la historia. Los dos son, les aseguro interesantes e incluso entretenidos.
Ya saben del dicho, «a la cama no te irás sin saber una cosa más» y esta información de hoy bien puede servir para conocer un poco más sobre su gato… si ese que en este mismo momento dormita junto a usted en su sillón, mientras pasa su áspera lengua por una de sus patas. Para conocer su origen según la leyenda hay que remontarse al Diluvio Universal. Cuentan que llevando Noé algunas semanas de navegación descubrió con horror que su nave estaba infestada de ratones. La pareja original de estos pequeños roedores había proliferado con tanta rapidez, que sus descendientes multiplicaban las incomodidades del arca… además los ratones estaban acabando con las existencias de alimento para el resto del pasaje. Noé se dirigió al león para pedirle su parecer.
Este que pertenece a los grandes felinos, meditó la suplica y concentrando todas sus fuerzas, suspiró profundamente, arqueó la espalda y estornudó con un gran estruendo, expulsando por la nariz una pareja de gatos. De inmediato, iniciaron sin que nadie les diera el aviso su obra destructora, exterminando a todos los ratones que había en la nave, salvo una pareja que Noé capturó y encerró para perpetuar la especie. Según dice esa leyenda que desde ese instante el gato se mostró engreído, altivo y arrogante y como castigo Noé lo ató al puente del arca cuando más arreciaba la tormenta. A consecuencia de este castigo, no es de extrañar el terror que la mayoría de los gatos sienten por el agua.
Desde el punto de vista histórico parece ser que los mochicas en la América merdional fueron los primeros que en sus vasijas y dibujos se pueden encontrar imágenes que se asemejan a nuestro felino protagonista. Aunque con toda seguridad la verdadera historia del gato comienza en Egipto. Durante la quinta dinastía (2.500 años a.C) el pueblo egipcio los habrían introducido al pequeño felino. En la mitología egipcia este ha ocupado siempre un lugar privilegiado.
Era el animal sagrado de la diosa Bastet, una de las más veneradas divinidades del antiguo Egipto. Se promulgaban leyes prohibiendo la exportación de gatos. Producir la muerte de uno de estos animales se consideraba un grave delito (aunque fuera accidental) y el culpable era condenado a muerte. Se da la circunstancia de que cuando algún gato familiar moría, todos los miembros del clan se ponían de luto e incluso se afeitaban las cejas como signo de dolor. Las familias con posibles incluso momificaban al animal. Según libros consultados allá por 1890 se descubrió en Egipto un antiguo cementerio de gatos en el que descansaban para la eternidad más de 170.000 gatos. Otra curiosidad es que en caso de catástrofes el gato era lo primero de toda la casa que se ponía a salvo.
Compañeros de las legiones y signo de brujería
En la época de los romanos gozaron también de justa fama ya que para ellos simbolizaban la victoria y los llevaban con sus legiones. En el siglo V desembarcaron en los Países Bajos y de ahí se extendieron por toda Europa y ayudaron a acabar con los ratones. Todo iba de maravilla; pero en la Edad Media nuestros mininos vivieron tiempos complicados. ¿El motivo? Creían que eran la reencarnación del demonio y pasaron de ser queridos a ser perseguidos.
La simple posesión de uno servía para acusar a una persona de bruja o de ejercer la brujería. Esta «persecución» fue especialmente grave en Inglaterra, Alemania y Francia, lugares en los que el día de Todos los Santos se comenzaban los festejos quemando en la plaza pública cestos llenos de gatos vivos… esta costumbre fue abolida por tortura allá por 1648. Debido a esta persecución los grandes «beneficiados» fueron los ratones y las ratas de cloaca.
Estos roedores -ante la ausencia de gatos- crecieron y se multiplicaron produciendo todo tipo de enfermedades y epidemias. Fue Napoleón (que aunque no le gustaban los gatos) se vio obligado a estimular la cría de estos felinos con el objetivo de acabar con la plaga de roedores. Por último, en la época de Pasteur, la era de los grandes descubrimientos, entre los que destacan los microbios. Estos se manifestaban en la suciedad y la porquería y los animales que estaban próximos al hombre podrían contaminar al ser humano…
El gato que pasa el día lamiéndose, lipiándose y acicalándose, pasó de ser sospechoso a ser el único animal limpio, el único que no podía transmitir microbios. Hoy en día y gracias a la medicina veterinaria cualquier animal que cumple con sus vacunas y sus desparasitaciones está fuera de todo riesgo de transmitir alguna enfermedad… todo como siempre decimos con la prevención. Para el final les dejo una frase de Mark Twain «Si se pudiera cruzar al hombre con el gato, sería una gran mejoría para el hombre».[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]